Este verano, el ayuntamiento de Venecia anunció que a partir del 16 de enero de 2023 se introduciría una entrada de pago para acceder al centro histórico y a las islas de la laguna: la disposición, inédita en una ciudad de esta enorme importancia, tenía como objetivo contener el número de turistas que llegan cada día, actualmente en decenas de miles.
Sin embargo, las previsiones sobre el plazo de ejecución de este plan han resultado demasiado optimistas. De hecho, el ayuntamiento ha pospuesto el inicio de las restricciones hasta el próximo verano, sin decir la fecha exacta.
En los últimos meses, los promotores de esta medida se han dado cuenta de que el cierre de una ciudad grande y única como Venecia es más complicado de lo esperado: hay obstáculos técnicos, legales y políticos bastante importantes que habrá que superar en los próximos meses.
En los últimos años, a pesar de acontecimientos como la pleamar de 2019, el problema más grave de Venecia no ha sido la marea, sino los turistas. Desde hace varios años, la presencia de decenas de miles de personas agolpadas en las calli o plazas principales del centro histórico, los llamados campi, ha obligado a administradores y habitantes a cuestionar la sostenibilidad de este modelo turístico basado principalmente en la cantidad. Y la transformación del centro histórico en una especie de parque temático, tanto para el uso como para el consumo de los turistas, ha llevado a muchos expertos a hablar de la Disneyzación de Venecia.
Los informes confirman que los temores son fundados: durante el puente de Semana santa se registró la presencia de al menos 450.000 personas, más de 100.000 al día. No fue una excepción: En Carnaval se registraron 145.000 visitantes, el sábado anterior a Semana Santa hubo 160.000 turistas en Venecia y 140.000 en Semana Santa. Sin embargo, hubo muchas llegadas durante el verano, el primero después de la eliminación de las restricciones introducidas para evitar el Covid.
Mucho antes de que la pandemia bloqueara la llegada de turistas de todo el mundo, en Venecia muchas asociaciones de vecinos habían denunciado los efectos del turismo en la ciudad y en sus habitantes. En 2008 los habitantes del centro histórico de Venecia eran 60 mil, hoy según las últimas encuestas son unos 50 mil. "El problema más importante de la ciudad es el exceso de turismo: 20 mil residentes abandonaron el centro entre 2000 y 2019", dijo el prefecto de Venecia, Vittorio Zappalorto, durante una comparecencia ante la comisión de Medio Ambiente de la Cámara.
La turistificación de Venecia se ha visto estimulada por el importante aumento de alojamientos, casas y habitaciones, alquilados por periodos cortos gracias a plataformas como Airbnb. Los datos publicados por Inside Airbnb, un proyecto independiente que mide el impacto de los alquileres de corta duración en muchas ciudades, dicen que el 5 de junio había 7.780 alojamientos de Airbnb disponibles en toda la ciudad, de los cuales el 77% eran casas enteras, el 20,1% habitaciones, el 2,6% hoteles que también colocan habitaciones en la plataforma y el 0,3% habitaciones compartidas. El precio medio por noche es de 243 euros y los ingresos medios anuales de los inquilinos son de algo más de 11.000 euros.
Airbnb a Venecia
Más de 800 alojamientos son ocupados durante más de 240 días al año. Algo más del 20% de los inquilinos activos gestionan el 60% de los anuncios, incluso el 5% gestiona más del 30% de los anuncios.
Además de competir con los hoteles, los alojamientos disponibles en Airbnb han contribuido a aumentar el coste de los alquileres, con una dinámica similar a la que se ha producido en muchas otras ciudades europeas. Hoy en día, vivir en Venecia es mucho más caro que hace diez años, lo que ha contribuido en parte a la despoblación y, en consecuencia, a transformar los comercios, los servicios y la situación general de la ciudad.
El pasado mes de julio, el Parlamento aprobó una enmienda, incluida en el decreto de ayudas, para que Venecia pueda limitar los alquileres de corta duración. La aprobación de una ley nacional era necesaria porque las autoridades locales no tienen competencias para limitar el mercado de alquileres de corta duración: el Parlamento concedió este privilegio sólo a Venecia, a pesar de que Bolonia y Florencia habían solicitado su inclusión en la ley. El ayuntamiento no ha aprovechado aún esta posibilidad porque, en los últimos meses, ha trabajado sobre todo en la introducción de la tasa de entrada, sin poder respetar los compromisos adquiridos.
El 1 de julio, el Ayuntamiento aprobó el primer proyecto de reglamento de la tasa de entrada para establecer una serie de normas. En primer lugar, el precio no es fijo: oscila entre un mínimo de 3 euros y un máximo de 10 euros. La diferencia de precios se decidirá en función de los umbrales de entrada que desencadenen los aumentos. Básicamente, los días en los que se espera la llegada de gente, la entrada costará más; mientras que los días de menor asistencia el precio será menor.
El ayuntamiento aún no ha decidido los umbrales, que se aprobarán con un nuevo reglamento: según varias reconstrucciones, el precio máximo de 10 euros desencadenaría entre 20 mil y 30 mil turistas. El objetivo final es limitar la presencia de turistas diarios, o sea, los que llegan y se van durante el día sin dormir en la ciudad.
El billete de entrada a Venecia se podrá reservar en una plataforma online. Tras el pago, se podrá descargar un código QR, igual que el del transporte público, para mostrarlo en caso de control. Las sanciones van de 50 a 300 euros, según la infracción, desde no mostrar el billete hasta hacer declaraciones falsas para obtener exenciones de pago. Los controles se llevarán a cabo, de forma aleatoria, por al menos nueve equipos de controladores. Con ocasión de citas como el Carnaval, los puentes o las fiestas como Navidad o Semana Santa, habrá 15 equipos para un total de 30 controladores.
