Los pasaportes de vacunación sigue siendo un tema delicado dentro de la UE. Implementado en enero por Grecia, la idea de este “certificado de vacunación” busca sobre todo a salvar el turismo en Europa. Pero dentro de la Unión Europea, las opiniones sobre el tema divergen.
Aunque de momento no se ha logrado ningún acuerdo, los 27 miembros de la UE están discutiendo las normas que deben establecerse para el reconocimiento mutuo de estos documentos. Sin embargo, el mismo tiene cierto carácter de discriminación a tener en cuenta: es complicado y prácticamente ilegal hacerlo obligatorio; pero para algunos, el pasaporte de vacunación es una opción para tranquilizar a turistas y ciudadanos.
Para la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, la implementación de dicho pasaporte de vacunación es “una necesidad médica”. Suecia y Dinamarca comparten esta opinión. Los dos países ya anunciaron la introducción de certificados electrónicos para viajar al extranjero que podrían utilizarse para acceder a eventos deportivos o culturales, o incluso a restaurantes en el caso de Dinamarca.
¿Una opción viable para regresar a la normalidad?
En Estonia, los pasajeros están exentos de cumplir cuarentena al llegar al destino si pueden mostrar prueba de vacunación, PCR o prueba serológica. Islandia, que no forma parte de la UE pero pertenece al espacio Schengen, también comenzó a emitir estos documentos digitales a finales de enero con la intención de facilitar desplazamientos entre países.
Si bien los países del norte de Europa ya ganaron la delantera, aquellos más al sur no descartan la idea. España aún no ha anunciado ningún pasaporte de vacunación, pese a que las autoridades sí están a favor. “España apuesta por el certificado de vacunación y trabajará para que esto contribuya a la recuperación de la movilidad”, explicó el portavoz oficial del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo.
Lo mismo ocurre con Italia, donde a mediados de enero el alto comisionado del gobierno encargado de la crisis sanitaria, Domenico Arcuri, afirmó que el pasaporte “no es una mala idea” para "permitir el regreso a la actividad normal lo antes posible”.
Por otro lado, en otros países de la UE todavía es demasiado pronto para implementar este documento. En Francia, el gobierno parece reacio a la idea: “No todo el mundo tiene acceso a la vacuna aún”, dijo en enero el ministro de Salud, Olivier Véran, quien cree que la idea se podría discutir “en unos meses”.
En Alemania, las autoridades también se oponen al levantamiento de las restricciones solo para la población vacunada, aunque no excluyen esta posibilidad en el sector privado. En Bélgica, participar en determinadas actividades con solo presentar un pasaporte de vacunación también está fuera de discusión. En cuanto a los viajes, el país espera el resultado de las discusiones a nivel europeo y de la OMS.
Precaución ante el pasaporte de vacunación
En Polonia, el gobierno no planea actualmente un pasaporte como este, pero ha lanzado una aplicación para teléfonos inteligentes llamada “Vacunado”, donde los usuarios pueden ingresar los datos de su certificado de vacunación y así evitar la cuarentena al ingresar al país.
Algunos miembros de la UE, como Luxemburgo, se oponen firmemente a la idea del certificado ya que tendría un impacto en los derechos de una persona. Una posición que se basa particularmente en el hecho de que, de momento, no hay pruebas de que la vacunación evite la transmisión del virus, sin mencionar la falta de evidencia sobre la duración de la inmunidad obtenida por medio de la vacunación.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) comparte los mismos argumentos. Si bien la OMS apoya el principio de los certificados de vacunación para monitorear las campañas en los países, es fundamental, al menos “por el momento”, la implementación de pasaportes de vacunación como prerrequisito de viaje.
Sin embargo, la idea de restringir el acceso a ciertos países o lugares en base al cumplimiento de una vacuna no es específica para el COVID-19. Por ejemplo, en muchos países se exige la vacuna contra la fiebre amarilla, ya sea para todos los viajeros (como en la Guayana Francesa) o solo para quienes vienen de países africanos y sudamericanos donde la enfermedad es endémica.