El COVID-19 probablemente hará que viajar sea más costoso, pero también más consciente con el medio ambiente. Los vuelos económicos a precios reducidos serán algo del pasado. El futuro del turismo asoma cambios sustanciales.
Un estudio reciente de la Universidad del Sur de Florida reveló que 63.8% de los viajeros reducirán sus planes de viaje en los próximos 12 meses. Más de la mitad ya canceló viajes de negocios debido al coronavirus. Se espera que la industria del turismo se contraiga en un 50% este año, lo que representaría una pérdida enorme de empleos e ingresos.
Como resultado, se anticipa un aumento en boletos de avión al igual que hoteles, por lo que viajar probablemente se volverá más costoso cuando se levanten las restricciones de viaje.
La razón no es que los políticos y las empresas finalmente se atrevan a aplicar cargos adicionales para asegurar prácticas comerciales más conscientes con el ambiente y socialmente aceptables, ni tampoco porque finalmente se hayan llegado a conclusiones en el debate sobre el clima de los últimos meses, sino al riesgo de infección por el coronavirus que está reduciendo el espacio disponible: mantener una distancia razonable entre las personas es costoso.
Por lo tanto, viajar volverá a ser un lujo: filas de asientos vacíos para evitar infecciones en aviones y trenes significa boletos sin vender y, al principio, estas pérdidas serán compensadas con asientos más costosos. Si se implementara una “descongestión” bajo orden gubernamental, la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA, por sus siglas en inglés) asume que el número de pasajeros podría disminuir en un tercio, y que los precios de los boletos podrían aumentar hasta en un 50%. Pero, en última instancia, esto solo dependería de la oferta y demanda, explica Alexandre de Juniac, director ejecutivo de la IATA.
Viajar tendrá más valor
Por triste que sea, el lujo puede ser más sostenible desde el punto de vista ecológico, y ahora incluso más responsable ante una pandemia como la del coronavirus. No en vano, muchos países ya dependen de viajes exclusivamente para los ricos. Nueva Zelanda, por ejemplo, Bután desde hace mucho tiempo, o Botsuana y Tanzania. Los mochileros son viajeros cada vez menos deseados, mientras que las ofertas para viajes de lujo son bien recibidas. Mientras más dinero circule dentro del país y entre sus ciudadanos, más ecológicas pueden ser las instalaciones.
Por lo tanto, viajar tendrá más valor, al menos mientras el coronavirus siga siendo una preocupación a nivel mundial. Ya sea un viaje a la ciudad o unas vacaciones en una granja, tenemos que sopesar que en vez de dos o tres viajes, quizás solo sea posible uno solo.
Las personas sin poder adquisitivo ni para un solo viaje se quedarán atrás. Para quienes disfrutan las vacaciones en las playas de Mallorca o Ibiza, y en centros turísticos en Turquía o Bulgaria, estos viajes también serán más caros en el futuro; y para muchos, en especial quienes hayan tenido trabajos de medio tiempo o incluso ahora estén desempleados, viajar se volverá inasequible. Las vacaciones también se podrían organizar de manera económica y fácil, pero el senderismo y el ciclismo, los albergues juveniles o el campamento no eran opciones para muchos hasta ahora.
Vacacionar será más costoso
Se espera que paguemos más dinero por los mismos servicios. Los vuelos entre países miembros de la Unión Europea ya no estarán disponibles a 20 euros. Quizás ese apartotel para vacaciones en Antalya ya no esté disponible a 199 euros por semana. Hasta los cruceros, si es que todavía quedara alguno, costarán un poco más que unos cientos de euros.
Por un lado, la IATA estima que los precios subirán a medida que se reduzca la capacidad debido a las posibles regulaciones para mantener distancia en hoteles y medios de transporte, y también por un posible crecimiento más lento de las empresas ocasionado por la crisis. Por otro, las pérdidas de este año probablemente serán demasiado altas para que en el futuro se sigan ofreciendo precios competitivos para atraer clientes.
Hasta ahora, la mayoría de las navieras y operadores turísticos consideraban impensables los aumentos de precios para asegurar combustibles más ecológicos, salarios más justos y alimentos sostenibles. Una y otra vez la razón que daban las empresas es que la información “no se puede comunicar al cliente”. Al mismo tiempo, las vacaciones se volvieron más y más baratas, transformando al exceso de turismo en un problema para muchos destinos.
Ahora es el COVID-19 (Sars-CoV-2) lo que hace que viajar vuelva a ser costoso y valioso, y hasta podría representar una separación nuevamente entre aquellos que pueden costear un viaje, y aquellos sin los ingresos para hacerlo. Pero quizás el virus también podría hacer lo que la política no ha podido lograr hasta ahora: más protección ambiental a través de menos vuelos; y no solo en las semanas de la cuarentena preventiva global, sino también a medio y largo plazo.